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Violencia estructural en línea: los insultos que buscan expulsar a las mujeres del espacio político

  • Foto del escritor: Red Actora
    Red Actora
  • 19 oct
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 27 oct

Luis Fernando Cantoral |

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La violencia política digital contra las mujeres en Bolivia no es un fenómeno aislado ni espontáneo. Es una práctica estructural que combina misoginia, racismo, clasismo y normas patriarcales profundamente arraigadas. Así lo revela el informe “Locas Putas y Jairas, radiografía de la violencia política digital contra candidatas en Bolivia”, que analizó más de 850 comentarios publicados en redes sociales durante las elecciones generales de 2025.


El estudio, basado en un monitoreo semiautomático de YouTube y un análisis manual de entrevistas de 28 candidatas difundidas en Facebook y TikTok, muestra cómo los insultos y estereotipos son utilizados para deslegitimar la participación política de las mujeres. El objetivo de esos ataques, según el informe, es claro: expulsarlas simbólicamente del espacio público y reforzar su subordinación.


El documento identifica cuatro ejes principales de la violencia política digital: los factores interseccionales (raza, género e ideología), las normas patriarcales que niegan la autonomía política femenina, la extensión del discurso misógino incluso hacia los hombres —para degradarlos al asociarlos con lo “femenino”— y el efecto acumulativo de la discriminación cuando se combinan múltiples vulnerabilidades.


Uno de los hallazgos más preocupantes es la normalización de insultos misóginos en los espacios digitales. Palabras como “loca”, “amante”, “perra”, “ridícula”, “zorra” o “puta” son empleadas recurrentemente para desacreditar a las candidatas, desplazando el debate político hacia su vida privada o su apariencia física. En los comentarios analizados, el término “loca” representó el 39,1% de los ataques, reforzando la idea de que las mujeres son irracionales y emocionales, y por tanto incapaces de ejercer liderazgo.


El informe subraya que la sexualización es una estrategia central para despojar a las mujeres de su condición de sujetas políticas plenas. En los casos de figuras públicas como Eva Copa o Mariana Prado, los ataques no solo se centraron en sus posturas ideológicas, sino también en su cuerpo y su intimidad. A Copa se la insultó con términos como “puta” o “amante”, mientras que a Prado se la llamó “La nena cariñosa del Estado”, tergiversando una autodescripción para construir un relato de desprecio sexual y político.


La misoginia digital no se limita a las mujeres. El estudio documenta que algunos hombres políticos también fueron atacados con insultos feminizados como “loca” o “maricón”, con el fin de degradarlos asociándolos con lo considerado “débil” o “inferior”. Este uso del lenguaje reafirma la jerarquía patriarcal que coloca lo masculino por encima de lo femenino, incluso dentro del mismo sistema político.


El racismo y el clasismo también son componentes estructurales de la violencia política digital. Candidatas de origen indígena o popular, como Eva Copa o Soledad Chapetón, fueron atacadas con palabras como “india”, “pasposa”, “sirvienta” o “jaira”. Estos insultos reproducen imaginarios coloniales que vinculan la identidad étnica y de clase con la incapacidad o la servidumbre, reforzando la exclusión múltiple que enfrentan las mujeres no blancas en la política boliviana.


La ideología política aparece, además, como un catalizador de la violencia. Las mujeres asociadas a corrientes progresistas o de izquierda fueron doblemente atacadas: por sus posturas políticas y por su género. Mariana Prado, Eva Copa y Susana Bejarano fueron blanco de una mezcla de insultos políticos y sexistas, en los que expresiones como “zurda”, “masista” o “golpista” se entrelazaron con términos sexuales o de desprecio. En el caso de Bejarano, el 50% de los ataques se clasificó como racismo o discriminación y el 39,5% como ideología.


El informe advierte que muchos de estos discursos violentos son tergiversaciones deliberadas de declaraciones o imágenes, con el fin de amplificar el daño simbólico. En varias plataformas, los ataques fueron coordinados y disfrazados con emoticonos o caracteres especiales para evadir los filtros automáticos de las redes sociales, lo que demuestra que la violencia política digital tiene un carácter sistemático y organizado.


“Locas Putas y Jairas” concluye que esta violencia discursiva no es solo una forma de agresión simbólica, sino una barrera real para la participación política de las mujeres. Los insultos, las burlas y la exposición sexualizada constituyen mecanismos de exclusión que buscan reimponer los límites del poder patriarcal en la esfera pública.


 

 
 
 

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